Los Toneles

Los Toneles

El tonel de Doña Otilia y sus Anas: El hogar de los mejores pastelitos de perro de Tegucigalpa.


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Mientras pausaba para tomar ordenes de clientes “¿me dijo orden de ‘tajaditas’ o de ‘platano’?”, Doña Ana Yisel calculaba precios y hacía facturas, y me contaba una historia. 

A inicios de los años 70, existía una señora llamada Doña Otilia, quien como la gran madre que era, buscaba la manera de mantener a su única hija, Ana María con lo que mejor sabía hacer: cocinar. 
En una esquina de la colonia Alameda de Tegucigalpa, Doña Otilia saco un tonel de metal, lo adecuo para poder cocinar sobre el, se puso su delantal, y comenzó a vender yuca con ensalada de repollo, nacatamales, y… pastelitos de perro.
Los negocios de comida mas enigmáticos, muchas veces tienen algo en común: y es la lucha, y la creatividad para seguir adelante, y Dona Otilia, su hija Ana María, y su única nieta, Ana Yisel, no son diferente.
Ésta es la historia de Los Toneles, y los más ricos pastelitos de perro de todo Tegucigalpa. 

El lugar que ahora vende cientos (y creanme que cientos) de pastelitos de perros al día, que recibe sin fin de clientes a diario, y ahora mantiene a 8 empleados, se remonta a una sola señora, y un solo tonel.
Lo que comenzó con un tonel a la orilla de la calle y un delantal, se fue transformando en una especie de local que agrego unas cuantas mesas (“dos bancas larguísimas adonde te sentabas a comer” me cuenta mi mamá), adonde “se le atendía a quien levantara la mano primero” recordaba entre sonrisas Doña Ana Yisel. 

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Toda la comida es fresca y sin recaer en atajos, y se nota. Hay plátanos verdes y cebollas moradas en el patio, la masa para los pastelitos entra al local a diario y entra recién molida, el chismol (que también se hace dos veces al día, y a diario sin falta) no solo trae deliciosos y perfectos cubitos de tomate y pepino sino otro secretito laborioso. Los pastelitos y taquitos están hechos por 3 pares de manos y rellenados con muchísimo amor, la leña la traen de la montaña del Isopo, y Doña Ana Yisel misma se asegura de ir en su carro a comprar los ingredientes a los mercados varias veces por semana.

Todo buen cocinero sabe que toda rica comida necesita una buena base, pero la preparación en Los Toneles no es solo buena, sino también minuciosa: Dona María, Don Wilmer y Dona Adela elaboran los taquitos y los pastelitos de perro, enrollando y sellando al mil por cien la incontable cantidad que venden a diario.
“¿Y cuántos hacen al día?” les pregunto. “Uy, ni se” me responde Dona Maria mientras los tres se quedan viendo con aprobación y risa.
En un salón de techo alto, adonde están los fogones, y con la música del local de alado, Pamela, Doña Julia, y Don Herman se aseguran de freír los frijolitos, de hacer las tajaditas, cocer la yuca, y de terminar esos famosos pastelitos de perro. Todo es como debe de funcionar: como una maquina bien engrasada, y adonde cada cosa se le da la importancia que merece, y por eso Los Toneles tienen casi medio siglo de estar abierto. 

Medio siglo que incluye el año 1998. Doña Ana Yisel me recuenta como post-Mitch, ella propuso la gran idea de vender papas fritas cuando todo lo que ellas tenían eran sacos, y sacos de papas. Idea que los logro mantener el negocio, especialmente en un momento cuando todo negocio estaba afectado por perdidas y poca venta.
Una mujer sumamente cálida y educada, Doña Ana Yisel trata con respeto y cariño a sus clientes, y le llena de alegría saludar aquellos que tienen su vida entera de venir a comer a Los Toneles, y ella su vida entera de conocerlos. “No hay día que no me mencionen a mi mamá” (quien desgraciadamente falleció hace 8 años) recuerda mientras toma pedidos, los anota en su libreta, y canta ordenes a Pamela o a Henry.
Su pasión y su vida es esta herencia hecha a punta de mucho sacrificio y amor a travez de 3 generaciones. Mientras ella me cuenta más historias, se da la vuelta y saca algunas fotos de su mamá y abuela de un sobre. Al tomar las fotos, no puedo evitar emocionarme al ver a dos mujeres que claramente no solo eran familia sino que también mejores amigas. Dona Ana Yisel guarda esas fotografías y memorias como los tesoros que son, “siempre se levantaban temprano a diario y venían a trabajar juntas” me cuenta. Valores y disciplinas que le enseñaron a ella y que ella ahora imparte a su único hijo.

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Me comparte que lo que más ama es ser parte de la familia hondureña y poder vender comida a precios justos y considerados. Más ella quizás no sabe que ella y todos quienes trabajan en Los Toneles producen memorias para tantos capitalinos, y son parte de la experiencia de vida de muchos. El lugar de reencuentro después del colegio, el lugar de citas, y de platicas con amistades.

Desde comienzos de este siglo, el local de Los Toneles ha ido poco a poco ampliando y renovandose. El tonel original se paso a la entrada de este local, luego a la mitad del local (todavía podes ver su mancha en el piso frente al mesón de los refrescos), y ahora existe un fogón de 2 localizado en donde alguna vez fue solo un solar. Se colocó una barandilla que muy ordenadamente usan los clientes para ordenarle a Dona Ana Yisel, se ha elevado el techo de la cocina, y existen cerca de una docena mesones adonde podes sentarte a comer plátano frito, pastelitos, baleadas, tostones, o hasta la yuca original que vendía Dona Otilia hace más de 40 años. 

Doña Yisel ha hecho estas renovaciones teniendo presenta la frase que más recuerda de su abuelita Doña Otilia: “Nunca se lo cambies”, refiriéndose a los origines rústicos de Los Toneles. Hoy podes ir a comer a Los Toneles y probar un poco de esa historia que comenzó hace mucho con valentía y empeño. 

Pero y bueno, ¿y los pastelitos?
Te entregan los paquetitos de maíz recién fritos, aun relucientes del aceite en el que los acabaron de freír. Junto a ellos, te sirven ensalada de repollo, y el mejor chismol que he probado en mi vida. Cuando te atreves y mordés el primero, escuchas el crujir de la masa delgada mientras saboreas el cremoso relleno carne y papa. Luego se te ocurre cubrir tu siguiente bocado con un poco de ese chismo y repollo, pero ahora el pastelito crujiente tiene su base remojada en el jugo acido y condimentado del chismol absorbiendo su sabor, y creando una mezcla de texturas. Crujiente, sabroso, acido, suave, y de nuevo crujiente, todo a la vez. Es una diversidad de texturas y sabores, y apenas vas por el primero.

Nuestra comida es de quien la hace, y los pastelitos de perro capitalinos son de Dona Otilia, Dona Ana Maria, y Dona Ana Yisel. 

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Los Toneles
Colonia Alameda
A pocos metros de inicio del bulevar Morazán

9am-7pm
Lunes - Sábado 


Postre de moras con cubierta crujiente de avena y nueces

Postre de moras con cubierta crujiente de avena y nueces

Licuado de la feria

Licuado de la feria